Amélie ha muerto. La habéis matado entre todos. Modernos y modernas de pueblo sin corazón.
En la tienda de hortalizas donde ella siempre compraba, se están pudriendo las alcachofas, de tantas veces que habéis publicado en Twitter que “hasta una alcachofa tiene corazón”.
El dueño, que es un gran bastardo, se ha montado una
fiesta, pues por fin se ha librado de esa pequeña metomentodo, y su
explotado trabajador, ese que era tan mono, se ha dado de baja por
depresión.
Hasta el gato de la peli está mustio, hay quien dice que se le ve deambulando por Montmarte, sin rumbo fijo y con la mirada perdida.
Y hablando de Montmartre, el videoclub porno donde trabajaba su novio ha cerrado por vacaciones indefinidas y la cafetería Des Deux Moulins se ha ido a pique después de haberse inundado por exceso de flujo vaginal; demasiadas hipster fingiendo que toman un capuccino para poder hacerse la fotito de oro para el Instagram.
No es nada nuevo que cuando algo realmente especial y singular llega
al populacho, pierda toda el encanto que había a su alrededor, pero con
Amélie Poulain os habéis lucido, macho. Nunca en mi vida vi mayor ultraje colectivo a una película de culto.
Todo empezó cuando gran parte del sector femenino comenzó a identificarse con la imagen de chica soñadora e inadaptada
que vendía la película y lo adaptó a su propia imagen en versión
distorsionada de chica mitomaníaca y desesperadamente necesitada de
atención.
Empezamos a ver miles de biografías de Facebook, blogs y demás redes
sociales en las que se definían a sí mismas como soñadoras sin remedio
que disfrutaban de buscar figuras en las nubes, romper el caramelo
quemado de la crema catalana con la cucharilla y demás gilipolleces
intrascendentes que demuestran la singularidad de su persona. Que me
expliquen a mí qué clase de persona mínimamente normal encuentra en pisar charcos y oler el césped recién mojado características definitorias de su personalidad.
Se creó una paranoia colectiva de “el gusto por los pequeños
detalles” que, sin duda, fue aumentada y alimentada a raíz de esta
película. Vamos a dejar algo claro ya: Si eres un capullo, el perderte
en los pequeños detalles no te hará dejar de serlo. Tan solo serás un capullo con déficit de atención.
Pero como no sólo de meter la manita en sacos de lentejas y demás
bohemiadas vive la gente, era necesario adaptar el look Amélie, y ahí
fue cuando el desastre se extendió por las calles. Miles de modernitas
alienadas luciendo el mismo peinado, soñándose a sí mismas estilosas y
afrancesadas, pero que olvidaron un pequeño detalle: para que te quede bien el flequillo de marras tienes que ser Audrey Tautou.
Aún a día de hoy es fácil reconocerlas en los bares. Si ves a una
chica con el pelo corto con flequillo desfilado, con aspecto de niña
bien con un punto desenfadado, usando vestidos naif y hablando de películas como ‘500 días juntos’, huye despavorido. Después no digas que no te hemos avisado.
En el 90 por ciento de los casos se tratará de una moderna con complejo de Amélie, y las Amélie fake suelen ser, por desgracia, muy pobres de espíritu.
Esta plaga de pequeñas revienta pompitas de jabón, no hace sino perjudicar a las mujeres normales, reproduciendo una idea de la feminidad tonta y ñoña, sin ser conscientes de que están repitiendo patrones que nos vende un tipo concreto de cine indie, que no hace más que reinventar los patrones del machismo de antaño.
Y es que en esas pelis muestran a la “chica ideal” paseando por la
playa con su jersey de cachemira, jugando a meter los pies dentro del
agua y riéndose de todo y de nada al mismo tiempo mientras su melena se menea en slow motion.
Nunca te muestran a la chica en la cama, con la camiseta vieja de su
novio, el pelo sucio y tirándose pedos. Porque sí, lector medio, asume
que las tías se tiran pedos… ¡Las tías se tiran pedos más fuertes que
tú! Menos mal que existe Lena Dunham para acabar con toda esta patraña.
Cuando la pobre Amélie ya estaba convaleciente, vinieron los de Pereza y la terminaron de rematar. En un gesto que presupongo un guiño de buena fe a la película, crearon la canción ‘Pequeña sonrisa de Amélie’ y fue por culpa de ella que miles de chicas random googlearon la palabra Amélie y se toparon con su nueva “película favorita” porque la consideran “muy mona”.
Cada vez que entro en el Facebook de una choni cualquiera
y me veo de foto de portada alguna escena de Amélie se me caen dos
lagrimones. Se acabó la magia. Los fans lloraremos sobre su tumba.
No hay comentarios :
Publicar un comentario